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Antonio – Mina

Mina es una perrita callejera de un año y siete meses de edad. Su historia comienza cuando en nuestra familia decidimos tener un perro, por lo que optamos por adoptar y no comprarlo.

Nos pareció una bonita manera de ayudar al problema que representa tantos perros abandonados en las calles de Caracas.

Cuando llegó a la casa, nos dimos cuenta de que estaba muy débil. Apenas podía mantenerse en pie, no quería comer y su estado de ánimo no era normal para una perrita de su edad. La llevamos al veterinario, quien nos explicó que tenía una gran cantidad de parásitos y garrapatas y una anemia severa. Por esta razón le recetó todo un arsenal de medicamentos y cuidados, aunque el pronóstico no era particularmente optimista.

Sin embargo, afortunadamente, Mina sobrevivió y se convirtió en una enérgica perrita siempre presta a jugar, correr, dar y recibir cariño y, muy a nuestro pesar, hacer toda clase de desastres.

Se trató de nuestro primer perro, por lo que la altísima energía de Mina, combinada con nuestra falta de experiencia, derivó en todo tipo de excesos por parte de ella. Libros, muebles, cojines, basura, zapatos, aparatos y demás objetos sufrieron entre sus fauces. En cuanto nos íbamos a la calle, trataba de calmar su ansiedad mordiendo todo lo que estuviera a su paso.
 
Por otra parte, cada vez que llegaba alguien a la casa, fuera familia, amigos o desconocidos, Mina los recibía con un entusiasmo y un cariño desbordante, cosa que podría pensarse como positiva, salvo que su efusividad y agitación podía resultar incómoda hasta para un amante de los perros.
 
Decidimos entonces que había que hacer algo para modificar su comportamiento. Unos amigos nos recomendaron el entrenamiento de Atención Canina y optamos por tomar el primer nivel. Desde el principio del curso, Mina respondió muy bien. Todos los entrenadores alabaron la velocidad con la que aprendía y ejecutaba los comandos. Y una vez en casa, cuando practicábamos por nuestra cuenta, lo hacía igual de bien que en el entrenamiento.
 
Notamos entonces que no sólo atendía a los comandos, sino que su comportamiento en general mejoraba. Ya no mordía aquello que no debía, hacía caso con regularidad y su efusividad al recibir a las personas había bajado notablemente.  

Si bien Mina continúa siendo una perrita muy enérgica y ansiosa, el entrenamiento ha ayudado enormemente a la convivencia en casa. Hoy podemos decir que vale la pena tomar el curso y darle la oportunidad a nuestros perros de ser mejores, porque siempre tienen la capacidad de serlo si los dueños hacemos lo correcto y los criamos adecuadamente.

Gracias a Rafael y su equipo por ayudarnos a convertirnos en mejores dueños.

 








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