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Virginia Amapola

En el año 1999 salí al exterior y deje a mi perro con un grupo de amigos, como era de esperarse no le dieron el cuidado adecuado y mi mascota murió. En esa oportunidad decidí no tener más perros en mi vida, hasta que llego a mi hogar como un regalo Amapola una Husky Siberiano manto marrón, con solo un mes de nacida, ella de inmediato se apodero de mi corazón y, por supuesto, de toda la casa.

El centro de toda la atención era Amapola, todas sus tremenduras eran recibidas con sonrisa, no controlaba esfínter (cuando llegaba se hacía pipi de felicidad por todas partes), no tenía un sito único donde hacer sus necesidades, no quedo ropa interior ni medias en buen estado, se volvía loca por las colas para el cabello, se comía todo lo que era de madera. Al principio los daños no eran un problema hasta que comenzó a crecer y cada día el desastre era mayor, hasta la cama donde dormía fue destrozada literalmente por ella. Por supuesto me seguía a donde fuera, lloraba si la dejaba por un momento sola. Las puertas aún conservan el daño de sus mordeduras. Al pasearla halaba de tal forma que me arrastraba en la calle pues con apenas cuatro meses tenía una tremenda fuerza.

Mis pies y manos estaban siempre rotas por los mordiscos, me rompió varios vestidos y faldas jugando cuando llegaba del trabajo.

En sus tempranos cuatro meses decidí llevarla a AtenciónCanina y en la primera cita con el grupo me dieron una serie de consejos que seguí al pie de la letra y en una semana ya hacia sus necesidades en un solo sitio, empezó a controlar esfínteres, dejo de comerse las medias (las colas para el cabello siguen siendo su pasión). Empezó a obedecer y se le controlo el tiempo de las comidas. A los seis meses, en cualquier descuido, lanzaba mordidas  aquellas personas que no le gustaban. Esta última actitud me alerto mucho.

Cuando inicio el curso el cambio fue impresionante porque la hizo madurar en todo los sentidos. No le gustaba ir al colegio, no aceptaba comida como recompensa solo debimos trabajar con premios de cariño. El cambio fue radical, Amapola es una perrita muy dulce, respeta mis cosas solo juega con las de su propiedad, camina a mi lado a mi ritmo. Entendió que tiene límites y los respeta. Realiza sus ejercicios, en algunas pocas ocasiones no los realiza si el piso esta mojado o hay mucho sol, en general responde a las instrucciones.

Estamos a la espera de unas vacaciones para que siga cursando sus estudios pero estoy más tranquila y mis brazos y pies no presentan cicatrices pues aunque sigue siendo muy juguetona ha moderado la mordida. Es especialmente dulce con los niños.

Sigue siendo una perrita muy querida y consentida pero es obediente y respetuosa.

No veo la hora de tener los fines de semana libres para que mi amada Amapola siga estudiando y llegue al último nivel.

AtenciónCanina: muchas gracias por haberme enseñado a corregir a tiempo a mi Amapola, de no haber sido por sus orientaciones la convivencia hubiese llegado a ser un desastre, gracias por su ayuda!

 








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